viernes, 22 de abril de 2011

CONTRAPORTADA DIARIO DE ALMERÍA, MIÉRCOLES SANTO 2011




AL ENCUENTRO CON LA MADRE…


Esta noche me he despertado sin quererlo y no porque llevara horas dormida. Cerca de las tres eran cuando aún recorría los aledaños de Plaza Nueva, Tetuán… de vuelta a casa, sin embargo algo me hizo que un par de horas después me desvelara y no pudiera volver a conciliar el sueño. Sentí cómo nudo se apoderaba de mi garganta de repente como si algo fuerte en el centro del pecho se hubiera desprendido de mí. Por unos momentos, mi pensamiento se desligaba de mi cuerpo y durante unos instantes se vio en aquella plaza de la Catedral. ¡Quién como ella que es capaz de viajar entre los sentidos y transportarse de un sitio a otro en cuestión de segundos!
Yo sabía desde el principio el motivo que me desvelaba, sabía la razón de esa sensación inquieta que no me dejaba dormir. Entonces ocurrió lo que no quería que pasara, sonó el teléfono y eran las 5 de la madrugada, madrugada del Miércoles Santo…No te puedo culpar porque no me hayas hecho caso, no te puedo culpar porque el Lunes también lo hicieras, porque en el último momento hayas marcado mi número y me hayas llamado, al final a ti también se te hace extraño que este momento no lo estés compartiendo conmigo.

Siempre he dicho que este día es especial porque habitualmente desde que despierto siento que no es igual. Lo veo en el rostro de mi hermano, es día grande en el año. Es muy temprano, hora de irse a trabajar, parece que no es lo propio este día. En otro punto, algo alejado, me atrevería a decir que mi madre ya no está en casa, en un lugar del casco histórico de Almería quedan cosas por preparar y es el día de ello. Sobre la mesa del comedor de mi casa seguro que no se ha olvidado de dejar preparado el rosario, la peina y su traje negro, listo para cuando regrese. Qué feliz soy cuando la veo de mantilla y qué suerte acudir en el día de hoy al encuentro con mis dos madres en el mismo lugar.

No recuerdo cuando vestí mi primer traje de nazareno pero seguro que durante muchos años estuvo sobre esa mesa de la que hablo, también preparado para un día como hoy. Sé que era verde esperanza y que procedía de la casa de la entonces camarera mayor de la cofradía quien me lo prestó de forma improvisada a última hora. Tenía dos años… y desde ahí fuimos acumulando hábitos en casa que hoy se almacenan en los armarios, primero de nazareno, luego monaguillo, de nuevo nazareno que en ocasiones fue de rojo y otras de verde, otros años fue acólito de alba blanca para un día sin esperarlo ser nazareno que camina por las ondas en vez de por las calles y descubrir que así también se está cerca de Ella un día como hoy.

Durante todo el día merodea un único pensamiento en mi cabeza y todo mi trayecto de carretera lo paso con un único fin en este día, el momento de llegar para ver a una y abrazar a la otra. Qué guapas son las dos.










Quiero que sean las 2 y miro el reloj una y otra vez como si quisiera empujarle para que las manecillas se vayan acercando al medio día. Y salgo a desayunar en la tranquila hoy avenida de la Constitución, y es que el centro de Sevilla duerme después de una triste jornada de Martes que nos mantuvo en vilo toda la tarde pendientes del cielo y obligó a cambiar el esperado ajetreo de todos los años de correr de un punto a otro para no perder detalle, por el tranquilo caminar entre capillas.

Hoy me siento viva, fuerte, contenta y quiero contar al que me sirve la tostada, al que me vende el periódico o al portero de mi oficina que me voy a mi casa porque “es Día Grande”, que hoy no me importa si me esperan 5 horas de viaje o si la A-92 son 400 kms, que hoy no me preocupa dónde comeré y que las malas noticias no tienen lugar en una jornada como la de hoy porque como yo siempre digo, éste es el Miércoles de la felicidad.

Que hay cosas difíciles de explicar y otras que no necesitan explicación porque simplemente tú lo haces especial. Tú que no olvidas recordármelo cuando amanece el Miércoles Santo, tú que me despertaste anoche porque sabías que no estaba dormida, tú que te acercas antes de la hora para recordarme que estás conmigo, tú que me miras y sé lo que estás sintiendo, tú que no me abandonas cada año, tú que me haces sentir más cerca de Ella, y sobretodo tú que lo eres todo para mí y que no entenderé que me faltes nunca.

Que por fin es medio día, y que mi destino y el de todos hoy está contigo porque un año más desde donde esté acudimos a tu llamada, vamos al encuentro con la madre.

Viki Ortiz, Miércoles Santo 2011

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