viernes, 15 de abril de 2011

¡Porque algunas cosas nunca cambien!

Atípico, lejano, posiblemente el más entrado en primavera de todos los posibles, caluroso, yo diría que casi veraniego en los tiempos que estamos, y es que sin duda el Viernes de Dolores este año es eso, diferente.

Por primera vez no me he acostado el Jueves de Pasión después de asistir al retranqueo de ninguna hermandad, hoy no me ha despertado el olor a aceite de freír pestiños que caracteriza mi casa en esta mañana, ni he salido a hacer compras y recados de última hora mientras respiro el aire distinto que envuelve tal jornada como ésta. Soledad no será una visita obligada durante la mañana ni la veneración al Cristo Yacente una cita previa al último encuentro de Cuaresma con las ondas.

Hoy no tocará almuerzo con mi equipo de Guión Cofrade mientras damos los últimos detalles a la maratón que se nos avecina en las próximas horas, ni disfrutaré de ese helado macareno en Alcalde Muñoz empujado por las manecillas del reloj que nos invitan a entrar en el estudio en un día que por su climatología, bien compartiríamos con los oyentes desde esa misma terracita de la que hablo.

Al término del programa no me costará decidirme entre cuál de los 7 u 8 Vía-Crucis ver, ni buscaré de camino a casa la entrada del Señor de Pasión a su templo de Santa Teresa mientras pienso sobre qué versarán este años los escritos que resuman lo que se siente en estas fechas. No prepararé mi ropa del sábado de Pasión ni mis aparatos de trabajo que en 48 horas serán mis “inseparables” durante la próxima semana.










Lo cierto y a pesar de todo eso, bien podría decir que soy una privilegiada por estar en el lugar de nacimiento de la tradición que más me apasiona, bien podría decir que llevo viendo tribunas en Carrera Oficial más de un mes, que las cornetas suenan a diario desde mi casa desde el mes de noviembre y que el olor a incienso… bueno, el olor a incienso es una constante de todos los días del año cuando paseas entre los entresijos de la calle sierpes, Tetuán o cuna.

Podría decir que ver a María, la que hace capirotes de cartón a la medida, trabajar contrarreloj porque a diario la clientela hace cola en los aledaños del salvador es algo que ya no me sorprende. Grandes paneles que anuncian que en esas calles se confecciona esparto de cofradías o se venden sandalias de nazareno se mezclan con sones de sevillanas y en los escaparates llegan a convivir sin estorbarse los costales y los mantones de manila. Pero al final, es inevitable y que el que me vende el pan cada día me regale desde hace semanas el libro de itinerarios, que hasta la tintorería haga ofertas por llevarle a limpiar el traje de nazareno o que incluso Telepizza lance como campaña de Marketing “la bola cofrade” como medida de atracción de clientela y que consiste en una bola con un palito para que los más pequeños pidan la cera a los nazarenos sin posibilidad de quemarse es algo que al final siempre nos diferencia.

Nos queda mucho por aprender, mucho por lo que trabajar, mucho por amar lo nuestro, por defender lo nuestro y por reconocer lo que siendo mejor queremos adoptar.

Sin embargo, y aunque es justo otorgar a cada cual lo que le es merecido, no cambiaría las tiendas por sierpes, la Borriquita de las 11 por el Amor del salvador, Casa Puga o El rincón cofrade por la fresquita de Mateos Gago o el Santa Ana de Pureza, ni los 7 vía crucis del día de hoy por ninguna de las 6 prehermandades que procesionan en la tarde del Viernes de Dolores sevillano.

No cambiaría la vuelta de la Esperanza por Lope de Vega por la calle pureza trianera, el paso de sentencia por Santiago por el saludo de San Gonzalo al Baratillo o la calle Alta de la Iglesia por la famosa San Jacinto.



Porque como cualquier humano en Navidad, los cofrades nos buscamos en Semana Santa, nos movemos y somos capaces de hacernos cientos o miles de kilómetros, para vivirla en casa, en familia, con nuestra gente y nuestras costumbres. Porque llegados los días grandes siempre nos acordamos de los nuestros a través de algún mensaje que nos estremece durante unos segundos. Porque allí, aquí, antes o ahora… hay cosas que espero que nunca cambien.

Viki Ortiz, Viernes de Dolores.

1 comentario:

LAURA dijo...

Hoy si que te he hechado de menos, he ido sola a esos encarguilloos que nos hacen. Extraño todo, la Macarena estaba cerrada, no habia nadie y Fe y Caridad, aunque igual de guapa que siempre, no reflejaba luz en su rostro. Hasta Soledad se me ha hecho extraña, he entrado he presentado al niño, he saludado a Luis Criado, le he besado la mano y me he ido. No podría describirte como estaba el altar, porque no me acuerdo.
Creo que iré a comprar unos rosquillos para acompañarlos con el helado macareno, a ver si de esta manera se alegra la tarde y todo vuelve a la normalidad.
Un beso fea, te espero más que nunca.